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7 de diciembre de 2010
5 de diciembre de 2010
MST vs. PTS: troskos en el ring
Todos tenemos algún placer culposo. Todos disfrutamos de hacer algo que nos condenaría a los ojos de los demás. A algunos intelectualoides, por ejemplo, les gusta estar al tanto del puterío farsesco de Tinelli. A algunos exquisitos melómanos les gusta algún éxito romántico-latino de fm. A algunos machos de pelo en pecho les gusta alguna telenovela venezolana de la tarde. A algunos sacerdotes de la Iglesia Católica... Bueno, dejémoslo ahí.
En mi caso, cada tanto me gusta autoflagelarme con las estériles, absurdas y pelotudísimas discusiones que mantienen el MST y el PTS entre sí, cada uno desde su respectivo medio de prensa. Es como ver a dos perros flacos pelearse por un hueso sin carne. Sus rebusques argumentales y sus acusaciones de "no-sos-tan-trosko-como-yo" a veces tienen ribetes cuasi auto-paródicos.
Miren, sino, esta joshita que encontré de casualidad en la página del MST, mientras andaba gugleando no se qué cosa:
"La primera y llamativa confesión política es que el PTS, si alguna vez tuviera algún diputado, se limitaría a presentar proyectos «realizables». O sea proyectos «posibles», que les pueda aprobar sin mucho esfuerzo la burguesía. ¡Es una concepción reformista tan grosera, que debería darle vergüenza a una corriente que se autoproclama socialista revolucionaria y trotskista!"
Para el MST, en este caso, no sólo es una virtud, no sólo es algo deseable, sino que ya es directamente una condición sine qua non que los proyectos a presentarse en el congreso (en el remotísimo caso de que alguna vez lleguen a meter un diputado, cosa que dudo mucho, mientras sigan sin poder pasar el 1% en cada elección a la que se presentan) sean "irrealizables".
Algún día me gustaría presenciar una discusión entre militantes medio en pedo de ambos partidos, y filmarlos. Los argumentos que puedan llegar a esgrimir deben ser ciencia ficción pura y dura.
Negrera mágica, única y hechicera
El pelotudo mayor del ambiente político nacional (y seguramente ocupando un buen puesto del ránking mundial), Mauricio Macri, le dijo a su ahora esposa Juliana Awada que era una "negrita mágica, única y hechicera" durante la ceremonia de casamiento, demostrando así que lo que tiene de estadista lo tiene también de piropeador.
Ahora, me juego la cabeza a que el Mauri se guarda los adjetivos más cochinos y picantes para utilizarlos en la intimidad de su alcoba. Seguro que cuando Juliana le pide a su ahora marido que le hable sucio, éste le debe decir, en plena cabalgata, cosas como "esclavista", "negrera", "cagadora" y "explotadora". Y calculo que ella, a cambio, le debe responder "nazi de utilería, inútil, tilingo culorroto, misógino de mierda, opa babeante, gangoso disléxico, pelotudo consuetudinario, hijo bobo de, parásito, forro inoperante"... Y cosas así.
Digo, bah, viste cómo son los fachos.
Buzzcocks en Casa Babylon, 27 de noviembre
Los Buzzcocks estuvieron tocando el sábado pasado en Córdoba, quién lo hubiera creído. Obvio que fui. Cómo no voy ir, si hasta tengo un cd de ellos (toda una rareza en estos tiempos de mp3 y derrumbe de las gigantes discográficas), que encargué en una disquería especializada allá en los 90s. Un cd con "Love Bites" y "Another Music In A Different Kitchen", dos discazos en un solo plástico, y a buen precio, según recuerdo (creo que 20 pe/u$s) (desde ya que me sé todos los temas de memoria). Después, gracias a internet, me fui consiguiendo el resto: El genial ep "Spiral Scratch", el imprescindible compilado "Singles Going Steady", el desparejo "A Different Kind Of Tension" y los más nuevos, también, a los que escuché poco. Más bien nada que poco. Bueno, eso, que adoro a los Buzzcocks, así que fui de cabeza. Y encima tocaron a escasos kilómetros de casa, y con una entrada a un precio demasiado accesible (62 pe hoy es un chiste para una banda como Buzzcocks y para cualquier banda que viene de afuera). Aparte, la propuesta era por demás tentadora: los veteranos punks ingleses venían a tocar temas clásicos, de los discos que mencioné arriba. De "Singles...", de "Love Bites", de "Another...", de "Spiral Scratch" y alguno de "A different...". Y cumplieron largamente, debo decir. Sí, se extrañaron un par de hitazos (se me ocurren al voleo "Nostalgia", "Lipstick", "Everybody's Happy Nowadays", "Just Lust" y algún otro), pero tocaron ESOS otros temas: "Orgasm Addict", "Fast Cars", "Love Is Lies", "Autonomy", "Moving Away From The Pulsebeat", "Breakdown", "Nothing Left" y "Ever Fallen In Love", tema que pogueó TODO el mundo.
La gente, enganchadísima. Mucho pogo, mucho baile, mucho agite. Varios cantando los temas de punta a punta. Algunas crestas, algunas camperas con parches, remeras rockeras por doquier. Otros en cueros y totalmente empapados en sudor (yo, por ejemplo). Muchas cámaras de fotos. Muchas minas. Y, sobre todas las cosas, mucha cara de felicidad (la mía, por ejemplo). Es que eran los Buzzcocks, viejo, o sea ¿Entendés? leyendas vivientes del punk rock tocando a la vuelta de casa. Cosa 'e mandinga.
Y los viejos, toda la onda. A Pete Shelley se lo notaba especialmente contento. "Unou, dos, trues, cuatrou", "gruacias" y demás obviedades. El batero... ¿Quién era el batero? Me pusieron a un emo treintañero tras los parches. Igual, bien, bien, tiene cancha, le pega lindo. A veces se dirigían al público, pero casi nadie entendía lo que decían, salvo algún título de algún tema. Es que uno está acostumbrado a la pronunciación yanqui del idioma inglés. Aunque estos tipos te digan "this is the eraser and this is the blackboard", descifrarlos te sigue costando el triple.
¿Las bandas soporte? Qué se yo, estuvieron 250 Centavos (ni fu ni fa), Daltónicos (buena banda ska-punk de San Luis) y otras que ni me acuerdo.
Claro, no todo fueron rosas: el precio de tanta felicidad fue, mientras estaba en medio del pogo, un certero cabezazo a mi ojo izquierdo, y su consiguiente amoratamiento. Qué se le va a hacer.
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